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2 oct 2011

Desenterrando el pasado (parte 2).

La cena fue bastante desagradable para mi. Los mayores no paraban de hablar de sus cosas en un tono cada vez más alto, supongo que a consecuencia del vino que servía mi padre constantemente. Mis hermanos, Miguel y Fran, de seis y ocho años respectivamente, estaban inmersos en su propio mundo de dinosaurios, naves y coches, con lo que me ignoraban al completo. Y aquel niño pálido y silencioso parecía estar absolutamente centrado en su plato de canelones. 

Con este panorama, yo me sentía terriblemente desplazada y perdida, así que me pasé una hora observando todos y cada uno de los movimientos de la hija del amigo de mi padre, Fátima se llamaba. A cada segundo aumentaba más mi admiración hacia ella. Envidiaba su natural soltura, su enorme seguridad para intervenir de vez en cuando en la compleja conversación de los adultos y, además, hacerse escuchar. Probablemente no decía más que tonterías para llamar la atención, pero en aquel momento me dio la impresión de que los mayores la contemplaban con la misma veneración que yo.

Finalizada la cena, nuestros padres se fueron al salón a seguir con su incansable parloteo. Mis hermanos se acercaron amablemente al callado niño, y Fran le dijo:

- Vamos a ir a nuestra habitación a jugar a carreras de coches. ¿Cómo te llamas?
- David - contestó él, mirándolos fijamente con sus profundos ojos castaños.

Miguel y Fran esperaron un rato, pero David no dio señas de querer ir a jugar con ellos, por lo que fruncieron el ceño y se largaron a su cuarto. Yo descarté inmediatamente la posibilidad de invitar a aquel extraño niño a ver mi habitación, así que me dirigí a su hermana y, tímidamente, le pregunté si quería venir. Ella respondió que sí con una amplia sonrisa. Emocionada, la tomé de la mano y me la llevé a mi adorado mundo de animales de plástico y construcciones de Lego (nunca he sido la típica niña fanática de las Barbies).

Yo era demasiado pequeña para darme cuenta, pero mis padres sí fueron conscientes de que acababa de herir los sentimientos de David, acaparando a su hermana y dejándolo solo con los alborotadores adultos. De modo que mi madre me dirigió una mirada severa y prácticamente me obligó a llevarle a él también a mi habitación. Yo no quería, pero acepté a regañadientes.

Supongo que, de algún modo, fue así como empezó nuestra larga historia.

2 comentarios:

  1. Gracias! Nosotras tambien te seguimos!
    A la espera de ver como sigue la 3 parte :)
    Un besazo

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  2. Hola!

    Venía con la intención de dejarte publicidad de mi blog, pero es que me he quedado impresionada con tu manera de escribir, has conseguido que me metiera en la historia totalmente y me he quedado con ganas de seguir leyendo. Así que si no te importa me quedo por aquí haciéndome seguidora de tu blog :)
    Un saludito
    Ya de paso http://el-mundo-paralelo.blogspot.com/ te dejo mi blog:p

    LauNeluc

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