Seguidores

12 oct 2011

Desenterrando el pasado (parte 5).

El paso de los años hizo que nuestros padres se convirtieran en algo parecido a divorciados, que no tienen nada en común excepto los niños y el pasado. Llegó un momento en el que, para vernos, éramos David y yo quienes teníamos que mover los cables, puesto que ya no había posibilidad de que uno de nuestros padres fuera a visitar al otro y aprovechar para ir con él. Entre esto y los amigos del colegio, pues él estudiaba en un privado y yo en un público, nuestra amistad sufrió un pequeño bache cuando cursábamos el último año de Primaria. Si nos veíamos por la calle actuábamos con total confianza y naturalidad, pero ambos sabíamos que algo pasaba, puesto que ya nunca nos llamábamos para quedar. Durante ese año lo eché muchísimo de menos. Había ocasiones en las que necesitaba hablar de todas las cosas que se me amontonaban en la cabeza y compartir mis complejos y extraños pensamientos. Entonces, se me ocurría llamarle, pero inmediatamente recordaba que hacía meses que no lo hacía. "Bueno, ¿y qué?", pensaba, "alguno tendrá que dar el paso para retomar nuestra amistad". Me dirigía hacia el teléfono, lo cogía y permanecía quieta varios minutos. Al final, el orgullo me vencía con su implacable: "¡Que llame él!".

Sin embargo, pese a que en ese momento creí que era el fin de nuestra amistad, resultó ser simplemente una mala etapa. Durante aquel verano coincidimos en varias ocasiones debido a unos amigos en común, y en menos de dos semanas, nuestra relación volvía a ser como antes. Recuerdo que todo el mundo me repetía constantemente lo feliz que se me veía aquellos días. Yo no me lo tomaba muy en serio, pero ahora sé que era cierto. ¿Cómo no iba a estarlo? Había recuperado una parte de mi que llevaba casi un año echando terriblemente en falta. Una tarde de finales de Agosto, intenté hablar con él de nuestro pequeño bache. Estábamos los dos sentados en una roca mirando hacia el mar, muy relajados, y vi el momento perfecto para sacar el tema.
























- David...
- ¿Qué?
- ¿Por qué nunca hablamos de este curso? - abordé directamente la cuestión.
- ¿Del que vamos a empezar? - se estaba haciendo el tonto, lo veía en sus ojos.
- ¡No disimules! Del que acabamos de pasar. Digo que por qué nunca hablamos del motivo por el cual prácticamente pasamos el uno del otro.
- ¿Tú crees que hay un motivo? - me preguntó, sin mirarme.
- Siempre hay un motivo para todo - contesté.
- Y no siempre sirve analizarlo.

Yo me di cuenta de que él no quería hablar del tema, así que me callé. Todavía no sé por qué no quiso responder a mi pregunta, aunque supongo que se sentía avergonzado de haberme ignorado durante tantos meses. A David no le gusta nada reconocer sus errores.

2 comentarios:

  1. Esta historia me tiene enganchada, de verdad..

    Un saludito desde Mundo Paralelo

    Lau Neluc

    ResponderEliminar
  2. Quiero más quiero más! jejeje :P

    ResponderEliminar